Beato monseñor Romero
El asesinato de los jesuitas, un crimen de igual signo
La farsa de la investigación del asesinato del arzobispo
Miles de devotos de monseñor Óscar Arnulfo Romero abarrotaron el sábado 23 la plaza del Salvador del Mundo de la capital salvadoreña para presenciar la beatificación del religioso, asesinado hace 35 años. El pueblo salvadoreño, al que acompañaba gente de todo el mundo, en especial de Latinoamérica, ovacionó con entusiasmo a Romero en el momento en que el enviado del Vaticano declaró beato al arzobispo.
Hace años que Iberoamérica se adelantó a la Iglesia y a los vericuetos de sus decisiones sobre este martirio ocurrido por estar al lado de los más necesitados en tiempos difíciles. La visión conservadora de los dirigentes vaticanos durante décadas impidió un reconocimiento que era palabra de esperanza para este pueblo acosado por la historia más inclemente.
Nueve años después, una matanza del mismos signo acabaría con los denominados Mártires de la UCA, los seis sacerdotes jesuitas y a sus dos empleadas: Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López, Joaquín López y López, Elba Ramos y Celina Ramos. Ocho personas que murieron tiroteadas el 16 de noviembre de 1989 en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), ubicada en la ciudad de San Salvador, por un pelotón del batallón Atlacatl de la Fuerza Armada.
La Alianza Republicana Nacionalista (Arena), el ultraderechista partido que gobernaba El Salvador cuando ocurrieron los asesinatos de la UCA ha emitido un mensaje celebrando la beatificación de monseñor Romero y pidiendo vivir como hermanos. El expresidente salvadoreño Alfredo Cristiani (1989-1994) y líder de Arena, al que señalan pruebas de implicación en la matanza de los jesuitas, asistió a la ceremonia de beatificación. A la espera de que la justicia se cumpla y se condene a los responsables, en El Salvador se mezclan víctimas y victimarios.
Ceremonia de beatificación
La beatificación de monseñor Romero se concretó cuando su reliquia, la camisa ensangrentada que vestía el día de su asesinato, flores y una palma que significa “la victoria de los mártires”, fue incensada por el cardenal Angelo Amato, el enviado especial del papa Francisco.
“En virtud de nuestra autoridad apostólica facultamos para que el venerado siervo de Dios, Oscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo, mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico de los reinos de Dios, reino de justicia fraternidad y paz, en adelante se le llame beato”, proclamó el cardenal Angelo Amato al leer una carta del papa Francisco.
Amato declaró como fecha de la fiesta del nuevo beato el 24 de marzo, por “el día en que nació para el cielo”, en una referencia al día de su asesinato a manos de un francotirador de extrema derecha.
La proclamación de la beatificación fue saludada por los asistentes con un prolongado aplauso, mientras era develado un gigantesco retrato de Romero entre gritos de júbilo de una multitud entusiasta que coreaba vivas a su pastor y levantaba pequeñas estampas.
Miles de devotos de monseñor Óscar Arnulfo Romero llenaron desde primeras horas de la madrugada la plaza del Salvador del Mundo de la capital salvadoreña, donde a las 10:00 horas locales comenzó la ceremonia.
San Salvador se convirtió desde la noche del viernes 22 en una ciudad despierta, que comenzó con una vigilia a la que asistieron miles de personas para homenajear al que, desde siempre, es para ellos el amigo de los pobres, en la víspera de su beatificación.
Monseñor Romero es para los salvadoreños mucho más que un mártir; es el héroe, el defensor de las causas justas, el hombre bueno, es San Romero de América, como lo “bautizaron” desde que fue asesinado en San Salvador el 24 de marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte.
Para los fieles de Romero, su beatificación no es más que el primer paso hacia la canonización, que reivindican desde hace 35 años.
Los devotos de Romero llegaron a la ceremonia de beatificación de muy diversos países, como Honduras, México, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Brasil, Nicaragua, Ecuador, Chile o Perú.
Momento grandioso
Las delegaciones de miles de parroquias del interior del país y otras naciones centroamericanas ingresaron a la plaza de manera ordenada y con banderas amarillas y blancas, los colores de la Iglesia Católica.
“Podrán matar al profeta, pero no la voz de la justicia, su voz nunca la van a callar”, entonaron los feligreses de la parroquia de la Señora de La Asunción, de uno de los suburbios del norte de la capital.
“Sus palabras quedarán para la eternidad”, dijo a The Associated Press Marlene Sánchez, una empleada de 26 años.
“Vivimos el momento más grandioso. Hoy glorificamos a monseñor, triunfan los pobres y la verdad se impuso sobre la mentira”, declaró a la AFP Juan Flores, un devoto de Romero que llegó con una camiseta blanca con la figura de Romero y una gorra para protegerse del sol.
Se veía a jóvenes, la mayoría nacidos después del asesinato del arzobispo, pero que relataban que conocieron la vida y muerte de Romero a través de sus abuelos, padres y las parroquias de las comunidades.
Cristiani y Arena
Los invitados especiales comenzaron a llegar al templete, entre ellos el expresidente Alfredo Cristiani, el primer mandatario de la derechista Alianza Republicana Nacionalista. Durante su mandato (1989-1994) se firmaron los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil y se emitió una ley de amnistía para todos los responsables de las violaciones a los derechos humanos, entre ellos los autores intelectuales y materiales del magnicidio de Romero.
Las medidas de seguridad fueron muy rigurosas, dos helicópteros de la Fuerza Aérea sobrevolaron la zona.
Presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos y enviado especial del Papa, la ceremonia fue transmitida por cadena nacional de radio y televisón a todo el país. La señal de televisión llegó al mundo por medio de dos satélites contratados para la ocasión.
En un hecho sin precedentes, el partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha) rompió en un aviso pagado en los periódicos el silencio que sobre el caso mantuvo durante los 35 años del martirio de Romero y saludó la beatificación.
“Nos unimos a la celebración de la Iglesia Católica en la beatificación de monseñor Romero compartiendo su mensaje de reconciliación y defensa de la vida, para que los salvadoreños vivamos como hermanos”, fue el único párrafo del texto que presentó la estampa del Divino Salvador del Mundo y una diminuta bandera azul, roja y blanca de Arena, que gobernó el país entre 1989-2009.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU identificó como autor intelectual del crimen al mayor del Ejército y líder de Arena, Roberto D’Aubuisson, quien murió de cáncer en febrero de 1992.
Mensaje del Papa
El papa Francisco envió el sábado una carta al arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, en ocasión de la beatificación de monseñor Romero.
A continuación se reproduce el texto del sumo pontífice:
“La beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.
El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf. Ex 3, 7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15).
En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.
En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obra un ejercicio pleno de caridad cristiana.
La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.
Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimentó en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo».
Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.
Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.
Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato”.
Obama celebra la beatificación
Por su parte, el presidente de EEUU, Barack Obama, celebró la beatificación del mártir salvadoreño y dijo que su figura debe servir de inspiración para trabajar por la justicia y la paz.
Monseñor Romero, asesinado de un tiro el 24 de marzo de 1980 en plena misa cuando era arzobispo de San Salvador, “fue una figura inspiradora para la gente de El Salvador y de toda América”, destacó Obama en un comunicado divulgado por la Casa Blanca.
Según Obama, Romero fue un hombre “inteligente” y “valiente”, que “hizo frente a los males que veía sin temor”, guiado por las “necesidades” de la población “oprimida y pobre” de su país.
El mandatario recordó que se emocionó “profundamente” cuando tuvo la oportunidad de visitar la tumba del arzobispo en marzo de 2011, dentro del viaje que realizó a San Salvador.
“El Salvador ha avanzado mucho en los últimos 35 años”, subrayó Obama, quien agregó que actualmente el trabajo que realiza EEUU en ese país y en toda Centroamérica se guía por la “visión” de Romero y está orientado a “promover oportunidades económicas, fortalecer el imperio de la ley y crear vecindarios más seguros”.
Obama agradeció también al papa Francisco por su decisión de beatificar a Romero y por su “liderazgo” al enfatizar la obligación compartida de “ayudar a los que más lo necesitan”.
“Esperemos que la visión del arzobispo Romero nos inspire a todos a respetar la dignidad de todos los seres humanos y a trabajar por la justicia y la paz”, concluyó.
Romero, el ancla que detenía la guerra civil
Defensores de derechos humanos y allegados a monseñor Óscar Arnulfo Romero dicen que el arzobispo era el “ancla” que impedía a El Salvador zarpar a un viaje de sangre y dolor que, a la postre, costaría la vida de unas 75,000 personas en 12 años de guerra civil.
El biógrafo y exsecretario personal de Romero, monseñor Jesús Delgado, aseguró a Efe que el arzobispo intentaba que no hubiera una guerra civil en El Salvador.
“Romero estaba deteniéndolos, diciendo que no se había gastado el último cartucho de la razón, que la palabra todavía tenía una fuerza para liberar este país de tanta opresión, rencor y odio (…) porque no solo era una situación económica, social y política, era una situación moral y humana”, dijo el sacerdote.
La guerra civil salvadoreña que enfrentó entre 1980 y 1992 a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y al Ejército salvadoreño, financiado por Estados Unidos, causó unos 75,000 muertos y 8,000 desaparecidos.
El conflicto concluyó con la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México en 1992.
Este fue el primer conflicto civil en el que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) intervino directamente para lograr un armisticio.
“A Romero lo matan el 24 de marzo de 1980 a las 6:20 de tarde; a las 7 de la noche por varios lugares de San Salvador se oían balaceras, no más lo mataron inicia la lucha callejera en primer lugar y luego formalmente (la guerra) entre los dos bandos, la guerrilla y la contrainsurgencia”, relató Delgado.
Romero “fue el hombre que mantuvo la paz los más posible, fue el hombre que trato de solucionar todo con el dialogo”, sostuvo el biógrafo.
(Información: Univision y Agencias | May 23, 2015 |)