Pintor, escultor, poeta, dramaturgo, filósofo, antropólogo y profesor universitario, el compromiso de Santiago con la causa de la justicia impregnó su obra literaria, artística y docente, a la que se dedicó intensamente desde la primera fila y en escenarios como la Universidad Central de Bogotá, en Colombia, El Salvador (en la UCA, donde también fue profesor) y la Universidad Complutense de Madrid, donde daba clases de Teoría de la Comunicación cuando falleció.
Investigador también de los Derechos Humanos y del pensamiento europeo previo a la Declaración Universal, fue un gran conocedor de la realidad social y cultural de los pueblos latinoamericanos y, estudioso y defensor de las minorías amerindias, plasmó sus investigaciones en distintas obras publicadas, entre otros, por el Ministerio de Educación de El Salvador.
Santiago, que hablaba cerca de 15 idiomas y dialectos, abordó de forma habitual en su obra dramática temas como el conflicto entre la sociedad y el individuo, el amor o la felicidad y, considerado un humanista, fue un gran activista social y político.
Mantenía una relación muy estrecha y especial con su hermano Segundo y colaboró con él en la atención a las víctimas de la guerra en El Salvador; dedicó a este fin la recaudación de la venta de su obra artística, actividad en la que cultivó la expresión abstracta, vanguardista, filosófica y poética, además de figurativa, y que le acercó a grandes figuras como Jorge Oteiza, con quien le unió una gran amistad; Néstor Basterretxea o Rafael Ruiz Balerdi.